domingo, 21 de julio de 2013

DIGNIDAD CARIBE

ENTRE COLUMNAS

Dignidad Caribe

De vez en cuando, toda sociedad vive situaciones que, aunque puedan parecer pueriles,  despiertan ciertos sentimientos que, como el patriotismo, el orgullo nacional o regional, mueven a las masas y las unifican en torno a un ideal.

La nuestra, la región Caribe, sintió hace pocos días uno de esos efectos, atado a un éxito deportivo.

No, no soy el mayor fanático del Junior, casi nunca voy al estadio y ni siquiera me sé la alineación titular, pero el día que la prensa bogotana dio por muerto a nuestro equipo, sentí brotar de mi interior toda la furia de persona ofendida, lo que me hizo vivir ese partido frente a Millonarios como si fuera la final del mundial.

Sin quererlo, y por ignorancia, los periodista capitalinos activaron los sentimientos atávicos del caribeño y sacrificaron a su equipo, pues se metieron, en palabras del desaparecido Alvaro Cepeda Samudio, con “la querida de Barranquilla”; y no hay costeño machista que acepte una palabra en contra de “la otra”

Pero mas allá de lo deportivo o lo folclórico, se disparó la dignidad Caribe de toda una sociedad, que se sintió menospreciada y despreciada o, mas bien, recordó el trato despectivo al que ha sido sometida por la realeza paramuna.

Y traigo el tema a colación, porque da lástima leer en la prensa local, los lamentos de nuestros políticos ante el trato desigual que presupuestalmente se nos da, comparado con otras regiones.

Son esos mismos políticos los que, como en la tradición de La Alhambra, lloran como mujeres lo que no han sabido defender como hombres, cuando ante el menor siseo cachaco, caen de rodillas como si el mismísimo Dios hubiera bajado a regañalarlos.

Da grima ver como se ponen nuestros líderes cuando tienen que presentarse ante las autoridades nacionales o, tragedia de tragedia, reciben una visita de unos seres extraterrestres que con el arma del acento y la corbata, los someten cual bebes ante sus madres.

Muchos hemos visto esas reacciones tan deprimentes, y son pocos los políticos regionales que tienen el suficiente valor y dignidad para enfrentarse de tu a tu con sus pares (si, sus iguales, ni mas ni menos) de forma que hagan valer los intereses de toda una región que, entre otras cosas, dio a todo el país acceso al mundo, cuando en Bogotá y no hasta hace mucho, creían que Colombia terminaba en Zipáquira.

Pero no basta con lamentarse; la cuestión es que hacer al respecto. Y para ello es necesario implantar mecanismos educativos que le enseñen a nuestra juventud el valor real que tenemos, nuestra participación en la historia patria y que además destaque a aquellas figuras que, nacidas en nuestras ciudades y pueblos, han dado lustre al nombre de nuestro país.

Y debe ser así, para que no sigamos cayendo en el círculo vicioso de que somos colombianos cuando los dirigentes interioranos pueden sacarnos provecho, pero de resto simplemente somos los “corronchos desordenados” como de forma inmisericorde se nos trata en los pasillos del poder nacional.

Aparte de ello, al formar a nuestros futuros líderes, debemos enseñarles (aunque algunos ya son caso perdido) a no padecer de ese temor reverencial que les embarga cuando tienen al frente a esos majestuosos, honestos e incorruptibles funcionarios venidos de tan cerca de las estrellas.

Porque debemos tener claro que, aunque en el centro del país les cueste admitirlo, poseemos una historia y un futuro que superan nuestro presente y que nos permiten aspirar, el día de mañana, a que uno de nosotros sea quien dirija los destinos del País.

Que sea alguien que haya vivido y sentido lo mismo que nosotros, que llore al ver los pueblos de sus abuelos inundados e invivibles, y no simplemente un distante y anónimo funcionario que, por simple ignorancia, deba buscar a nuestros pueblos en un mapa y ni siquiera sepa distinguir un acento de otro.

Es allí donde la dignidad regional debe salir a flote, para que sirva como carburante al motor  de nuestra región, llevándonos a lugares donde nuestros sueños y aspiraciones como sociedad, puedan hacerse realidad.

 FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com


enero 2012

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