ENTRE
COLUMNAS
EL VIRUS
DEL CARNAVAL
Así como
existen enfermedades que le
amargan la vida al hombre, existen otras que se la alegran.
El carnaval es una de esas enfermedades, que a medida que
se acerca el mes de febrero, se va propagando cual pandemia que va inoculando a
toda una ciudad.
Algunos de los infectados padecen la enfermedad durante
cuatro días pero otros, nunca logran reponerse de esa dolencia y durante el
resto de su vida padecerán los síntomas de alegría y jolgorio que caracteriza
ese virus que se llama carnaval.
Ellos son los que cada doce meses salen a las calles de
Barranquilla a mostrar cuan enfermos están, y como aquel paciente cínico
quieren, deambulando disfrazados por las calles, infectar a todo el que se
cruce con ellos y por eso, las zonas de riesgo de infección varían según donde
se presenten las danzas y comparsas.
Son ellos quienes realmente sostienen las tradiciones carnestolendicas
por que son ellos y mas nadie, los que llevan a sus espaldas mas de un siglo de
tradición carnavalera, pues el virus del dios Momo no solo se contagia por
contacto, sino por vía genética, ya que en algunos casos, son generaciones
enteras de una misma familia quienes reproducen los síntomas que enorgullecen a
dichos pacientes.
Los caracteriza además, el deseo de no dejarse curar,
aunque muchos no infectados lo intenten, arrojándoles espuma con olor a perfume,
la cual simplemente los paraliza por un momento, o les arruina el maquillaje,
que es otro de los síntomas del mal.
Sin embargo, y pese a ello, siguen adelante, por encima
de las faltas de respeto de esos padres desconsiderados que se empeñan en darle
a sus hijos un tarro de espuma, garantizando así que su prole no se infecte de
carnaval, pero no logrando curar a quienes ya están infectados.
Es en ocasiones la propia organización del carnaval la
que intenta curar ese endémico mal, cuando organiza eventos de forma
improvisada, poniendo en riesgo la integridad física de los enfermos, como cuando,
en reciente guacherna, encajonaron en una cuadra a todos los grupos danzantes,
tal vez queriendo así contener el riesgo de infección, pero no contaron con que
los contagiados se sobreponen a todo eso, para seguir adelante propagando su
enfermedad.
Por que pese a que muchos no se den cuenta, esa enfermedad
llamada carnaval hace parte del espíritu de Barranquilla, está atada a su alma
y esencia, y tan arraigada en el corazón del currambero, que cuando por esos
azares del destino, alguno de nosotros se encuentra lejos, en otras latitudes,
el sábado de carnaval nuestra mente viaja hasta la Vía 40 y rememora aquellos momentos
de alegría cuando, enfundados en un disfraz, o acomadados en un palco con
papayera a bordo, disfrutamos por última vez de un episodio más de nuestra
dolencia preferida, el carnaval de Barranquilla.
Y para terminar, una anécdota de lo que es el espíritu
barranquillero en carnaval.
El viernes pasado asistí a un evento dentro del Estadio
Romelio Martínez con un grupo de amigos.
Bien entrada la noche y ante el elevado consumo, un
vendedor de cerveza, al ver que se le agotaba el producto, se vio obligado a
dejar solo el negocio. Casi que inmediatamente comenzó a llegar clientela que
requería cerveza y no había quien se la surtiera.
Uno de esos personajes mostro la clara intención de
aprovechar la ausencia del vendedor y tomar algunas latas sin pagar. En ese
momento, el doctor Cesar Meza, quien hacia parte de mi grupo, se puso al frente
de las neveras de icopor y comenzó a vender cerveza a nombre del humilde comerciante
quien no aparecía, y cuando llega, con sorpresa encuentra a nuestro amigo
administrando el negocio.
Mi querido hermano Cesar, espero que cuando llegues a
magistrado, conserves ese noble y honrado espíritu que te caracteriza y que
demuestra que el barranquillero es un ser especial y diferente y por eso hace
de su fiesta algo único en todo el mundo.
FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
febrero 2012
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