ENTRE COLUMNAS
ARRIEROS SEMOS
En días pasados, tuve la oportunidad de asistir a
las corralejas que hacen parte de las celebraciones anuales del municipio de
Sabanalarga, y para ello tome camino hacia el sur del Atlántico, pero con
sorpresa me encontré que esta ciudad queda ahora al oriente de Antioquia.
No se asombre amigo lector, pues se nota que hace
rato no da una vuelta por esta localidad, en donde el principal hotel se llama
“Los Propios Paisas”, uno de los mejores restaurantes es “La Fonda Paisa” y el
estelar sitio de recreación, con canchas deportivas y piscina incluida, se
denomina “La Sede Paisa”.
Aparte de ello, el grueso de los ganaderos de la
región es de origen antioqueño, lo mismo que gran parte de los comerciantes
establecidos allí.
Mas allá de los evidentes
beneficios económicos y laborales que esta incontenible migración antioqueña ha
traído a la región, esta el tema de la cultura autóctona sabanera, que poco a
poco esta siendo absorbida por la cultura montañera, en lo que puede ser denominada
como una nueva colonización antioqueña.
En la segunda mitad del siglo XIX, Colombia fue
testigo de una de las mayores gestas históricas posteriores a la colonia. La
colonización antioqueña.
Durante mas de medio siglo, los arrieros
recorrieron lo que hoy son los departamentos del Quindío, Risaralda, Caldas,
norte del Valle y parte del Tolima, fundando ciudades y creando un modus vivendi que, con el paso de
los años, convirtió a la cultura paisa en la de mayor empuje económico en
nuestra nación.
La idiosincrasia antiqueña se convirtió en
etiqueta de prosperidad, progreso y esfuerzo, identificándose con el trabajo
duro, el sacrificio y la entrega por una causa.
Una vez terminada la colonización, se dio la
consolidación de esta sociedad, de corte patriarcal, religioso y conservador,
formándose clanes familiares que, en algunos casos, aun perduran.
Allí terminó la primera colonización, la cual se
orientó principalmente hacia el sur oriente de Antioquia.
Hacia los años 80 del siglo pasado, la sociedad
paisa comenzó una nueva etapa de colonización, sustentada en su poderío
económico y su preponderancia política a nivel nacional, pero ahora dirigida
hacia el caribe colombiano.
De esta forma, Tolú y Coveñas se convirtieron en
las playas de Medellín y, de una forma u otra, las tradicionales familias
ganaderas de Sucre y Cordoba, debieron ceder sus espacios a los nuevos dueños
del sector pecuario, quienes inmediatamente comenzaron a traer a sus propios
capataces para que administraran sus feudos, mismos que a su vez trajeron a sus
familias para asentarse en esta nueva tierra prometida.
Consigo trajeron su licor, sus viandas y su
música, su acento y su cultura en general, comenzando a verse tantos carrieles
y ponchos como otrora sombreros vueltiaos.
Esta segunda oleada de colonización aun no se ha
detenido, como pude palparlo el fin de semana anterior durante las fiestas de
Sabanalarga, en donde las tradicionales corralejas han sido, en el mejor de los
términos, colonizadas por los hacendados de origen antioqueño.
En cuanto a la música, ya no sorprende escuchar
en algún establecimiento una canción de carrilera, y el acento propio del
interior, se escucha aparejado con el tradicional sabanero.
Así, poco a poco, la segunda colonización ha
venido penetrando desde la región sabanera, a través de Bolivar y se ha
acercado a Barranquilla por la carretera de la Cordialidad, teniendo una
avanzada ya reconocida en el centro de la ciudad.
Y sin embargo, pese a que muchos se quejen de ver
la indumentaria paisa revuelta con la caribeña, es innegable que estos modernos
colonos están aportando un nuevo empuje a estas tierras, con una inyección
económica importante y una dinámica comercial innegable.
Así las cosas, mas temprano que tarde, en nuestra
ciudad se trabajara a ritmo paisa, se comeran
frijoles con garra y se cantara carrilera a medianoche.
FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
Octubre 2011
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