ENTRE COLUMNAS
HÉROE DE ÉBANO
En la época en que todavía muchos colombianos esperaban que algún día su
radio fuera un Philips, las hondas hertzianas nos trajeron la noticia que un
hijo del caribe, nacido en un pueblo desconocido para casi todos, había conquistado
para Colombia un titulo mundial.
No era la primera vez que nuestros deportistas nos daban una alegría; en
esos días, finales de 1972, ya el beisbol había conseguido dos campeonatos
mundiales, teníamos medallas olímpicas y nuestros ciclistas ganaban cuanta
prueba aficionada había en américa.
Sin embargo, ninguno de esos triunfos se grabó en la mente de todo
nuestro pueblo como lo hicieron las victorias que, un árbol de ébano hecho
hombre, consiguiera a punta de trompadas por todos los cuadriláteros del mundo.
Su nombre de pila, Antonio Cervantes, tal vez no diga nada, pero su
nombre de combate, Pambelé, rememora toda una época de la historia deportiva de
Colombia.
Para ese entonces, un televisor era un lujo que muy pocos podían darse,
por lo que el radio era aun el centro de la sala familiar, punto de reunión
obligado para escuchar las primeras batallas libradas por el nacido en San
Basilio de Palenque.
Cuando Pambelé logro ser campeón mundial, la incredulidad que los
seguidores del boxeo había sentido por su segundo intento de llegar al titulo,
se convirtió en alegría desbordante cuando los narradores del momento, al borde
de las lagrimas, nos contaban a través de un micrófono que este gladiador había
logrado lo impensable: ser campeón mundial.
Pambelé se convirtió en el paradigma deportivo del momento, una persona
del común que lograba salir adelante en una de las profesiones mas duras del
mundo, en donde la sangre era sinónimo de victoria o derrota, donde el dolor
era aceptado con estoicismo y el hambre era el aliciente que cada día te recordaba
que, si no triunfabas, volvería a ser tu indeclinable compañera hasta tu
muerte.
La carrera deportiva de Pambelé, que termino anticipadamente fruto del
mal manejo de la fama y el dinero, le mostró a todo una generación que el éxito
podía ser alcanzado, que había formas de salir adelante, y que si había que
sangrar un poco en el camino, pues había que aceptarlo porque de otra forma,
volverías a tu olvidado pueblo, a tu barriada miserable, donde vivirías el
resto de tu vida tratando de conseguir la comida de cada día.
El hoy miembro del Salón de la Fama del Boxeo mundial, representó el
viaje que, hacia la prospera Venezuela Saudita, emprendieron muchos colombianos
del caribe, con la esperanza de labrarse un futuro para ellos y sus familias.
Eran lo tiempos en que cruzar hacia el país de los Bolívares era la
esperanza financiera para muchos, cuando el sueño americano aun no era objetivo
y cuando casi todas las familias de la costa esperaban que llegara diciembre
para que los primos que venían del otro lado de la raya, vinieran a compartir
el fruto de su éxito.
En ese ambiente social, los puños de Pambelé lo resumían todo: había
viajado a Venezuela por necesidad, y a golpes, había logrado que la diosa
fortuna lo acompañara, al menos por un tiempo.
Recordar los días en que Pambelé boxeaba, es ver a todo un pueblo
alrededor de un radio o un televisor, presenciando un evento que para muchos,
eran sus anhelos y deseos vividos a través de ese ídolo, de ese ser humano con
el que se identificaban, por que lo sentían cercano, por que lo habían visto,
por que lo habían conocido, por que habían recorrido las mismas calles, por que
habían estado en los mimos sitios, por que hablaba igual que ellos… por que era
uno mas de ellos.
Sus victorias fueron la alegría de todo un pueblo, sus derrotas, el
lamento de toda una región y el recuerdo de su epopeya, la esperanza de todos
aquellos a los cuales su origen les niega constantemente la entrada a la tierra
prometida.
Dos generaciones después, su nombre sigue vigente por que simple y llanamente,
muy pocos han logrado lo que él logró, de la forma que lo logro, y en las
circunstancias que lo logró, y por qué al fin y al cabo, y en sus palabras, “es
mejor ser rico que pobre”
FABIAN
VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
noviembre 2012
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