ENTRE
COLUMNAS
EL SÍNDROME DE LA PAZ
Síndrome,
definido como el conjunto de fenómenos que caracterizan una situación
determinada, o como el conjunto de síntomas característicos de una enfermedad, es
la mejor forma de describir algunas reacciones que se han suscitado, a raíz de
la última carta abierta, dada a conocer por el grupo guerrillero subsistente en
nuestro país.
Para
poder entender esto, debemos remontarnos a mediados de la década de los 80, cuando
el gobierno de turno asumió como bandera la Paz, y en un gesto unilateral,
repartió amnistías y liberó presos, sazonado todo esto con una buena dosis de
publicidad mediática, al punto de poner a todo el país a pintar palomas en
calles, plazas, colegio y universidades.
Se
nos dio a entender que con esos gestos, unos de perdón y otros de imagen, se
conseguiría la Paz.
Y
aunque ahora suene absurdo, ridículo e infantil el hecho de pintar pajaritos
por doquier como solución a los problemas de la nación, muchos se convencieron,
y por lo visto siguen convencidos, que la convivencia y armonía nacional se
logran con las concesiones que ofrezca una sola de las partes enfrentadas.
No
de otra forma se entiende que 15 años después, otro gobierno, hubiera llegado a
la conclusión que para poder lograr la Paz, se debía ceder parte del suelo
nacional para así, en un territorio sin Ley, lograr el respeto a la Ley, y por
esa vía, la sana convivencia.
Eso
nos demuestra que una de las características del anotado síndrome es la falta
de memoria pues resulta sorprendente que, ante la evidencia de ambos casos
culminando en desastre, pretendan ahora repetir la experiencia entremezclando
dialogo y concesiones, sin que una de las partes, nuevamente, ponga nada sobre
la mesa.
Esto
nos lleva a pensar que otra característica destacable del anotado síndrome es
la desaparición de la capacidad de medir las reales consecuencias de dichas
concesiones y la falta de equilibrio
entre lo que se da y lo que realmente se nos ofrece a cambio.
Y antes
que me toquen el hombro, es bueno señalar que en algunos casos los procesos de
Paz si dieron resultados concretos, o si no miren quien es el alcalde de Bogotá,
pero también se debe resaltar la ideología que imperaba en los grupos que se
desmovilizaron.
El
desaparecido magistrado Manuel Gaona Cruz, muerto en los hechos del Palacio de
Justicia, al frente de una plaza llena de palomas, opinaba que para poder
dialogar con los grupos guerrilleros debía entenderse primero cual era el
objetivo político y militar de cada uno de ellos.
El
sostenía que el M-19 era un grupo que quería acceder al poder sin acabar con el
Estado, sino modificando algunas de sus estructuras, para así poder lograr sus
objetivos sociales; tenía razón, pues los integrantes de este grupo que se
acogieron a las políticas de reinserción, han participado con éxito en la
política nacional, y en muchos casos han dejado una huella indeleble y sana en
nuestra historia. Sobra decir que hay excepciones, pero son las menos.
En
cambio, respecto del grupo aun vigente, decía que su objetivo era acceder al
poder por la fuerza, acabando con el Estado y sustituyéndolo por otro modelo
político.
La
cuestión es que, si esa concepción ideológica no ha cambiado, no importara
cuantas concesiones se hagan, ni cuantas facilidades se otorguen, pues el objetivo
primario sigue siendo el mismo.
Entonces,
cuando se escucha que, por enésima vez, se pretende usar a los seres humanos
como elemento de negociación, se ve claramente que la concepción sigue siendo
la misma, y que por tanto, el trato que se les debe dar no debe modificarse
hasta tanto no se modifique de manera clara y expresa su norte ideológico.
Por
lo tanto, mientras no se supere el síndrome de la Paz, y algunos sigan creyendo
que se debe y se puede sacrificar a toda la nación en aras de las pretensiones
de unos pocos, debemos ser cuidadosos, no sea que los cantos de sirena,
entonando la Paz, vuelvan a adormecernos, y se nos lleve a un nuevo desastre
como los arriba anotados.
Se puede
volver al dialogo, pero sobre bases concretas, partiendo de unos requisitos mínimos
para acceder a la mesa de negociación, sin concesiones absurdas y negando de
principio la vida humana como moneda de intercambio, se deben fijar metas y
etapas, con tiempos máximos de gestión, y sobre todo, se debe tener claro que
es el Estado el que conduce la negociación, y no un invitado mas a la mesa.
De
lo contrario, terminaremos, nuevamente, pintando pajaritos preñados.
FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
Enero 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu interés. En breve publicaremos tu comentario