domingo, 21 de julio de 2013

LA GLORIA LLEGA EN BICICLETA

ENTRE COLUMNAS

LA GLORIA LLEGA EN BICICLETA

Hoy, cuando un colombiano reverdece los laureles del ciclismo nacional, la maquina del tiempo instalada en mi cabeza me traslada 30 años atrás y me hace paladear nuevamente la euforia por un deporte que, en principio me era desconocido.

A principios de los años 80, siendo aún un niño, vivía en la ciudad de Bogotá; lejos quedaba mi ardiente costa caribe y más lejos aún quedaban los triunfos de nuestros boxeadores y beisbolistas, quienes ya figuraban a nivel internacional.

En la paramuna capital esos logros no eran muy reconocidos y eran visto como algo distantes, lejanos y difusos; en pocas palabras, el altiplano cundiboyacense no los sentía como suyos, como si pertenecieran a otro país, a otro mundo.

Los héroes deportivos de esa región pertenecían a una disciplina distinta y aunque compartían con mis primeros ídolos su origen de pobreza y necesidades, eran mirados con mayor aprecio por el ciudadano común, el de ruana, pues estos últimos se identificaban con ellos.

Era una época difícil, donde aún existía mucha discriminación, donde de Boyacá se decía que solo producía tres cosas: Papa, policías y empleadas domésticas; pero había algo más que esa tierra producía de forma natural, y eran (y son) los ciclistas.

En ese entorno comencé a escuchar la radio y aprendí a conocer los héroes que, montados sobre dos ruedas, hacían sonar el nombre de Colombia en las carreteras del mundo, y aunque el mítico Cochise ya había partido a Europa, a mí no me decía mucho, pues no viví sus triunfos.

En ese momento de mi vida, nuestros ciclistas eran vistos con respeto en toda América latina y el Caribe; aun no se nos mencionaba en el norte y muy poco en Europa, pero ya éramos asiduos visitantes exitosos en la Vuelta al Táchira, Vuelta a Costa Rica, Rutas de México, Vuelta a Guadalupe, Vuelta a Martinica y una muy especial: la Vuelta Chile, prueba que menciono porque fue en esas tierras australes donde surgió el apodo que distingue a nuestros pedalistas, el de Escarabajos.

Hacia 1982 ya me había convertido en un experto en materia de ciclismo y además, toda la región vibraba con los triunfos de esos menuditos campesinos, surgidos de las veredas mas desconocidas de los andes, quienes con sacrificio lograban derrotar a figuras del ciclismo aficionado en toda competencia donde se hacían presente. Carrera amateur que se respetara tenía que contar con un equipo de escarabajos presto a dar el espectáculo en cuanto las carreteras se inclinaran.

Mi corredor favorito era José Patrocinio Jiménez, oriundo de Ramiriquì, y quien lideró la primera excursión colombiana al Tour De Francia, en 1984; el viejo Patro, como le decían, ya había sido figura en pruebas aficionadas en Europa y con Alfonso Florez, habían derrotado a las estrellas de Europa en pruebas de una semana, pero ahora se enfrentaban a la máxima exigencia de las pruebas por etapas, y en sus maletas llevaban las ilusiones de todo un pueblo.

En la región central, a los obreros de la construcción, desconozco porque motivo, se les llama “rusos”, y ese era Patrocinio, un “ruso” que había cambiado el palustre por una bicicleta y se había abierto camino por todo el continente a punta de pedalazos.

Recuerdo perfectamente cómo se formó el equipo, como comenzaron a recorrer carreteras del altiplano con el uniforme que los distinguía; recuerdo haber visto pasar frente a mi colegio a un grupo de ellos, y como, en medio del recreo de la mañana, todos los estudiantes suspendieron sus juegos para ver el fugaz paso de los héroes de la bielas a quienes casi ni el rostro conocíamos, solo sus nombres, porque aún eran los tiempos de la radio y la televisión era una aventura por descubrir.

Y entonces viví, con muchos otros de mi generación, las carreras de Europa; nuestros héroes se batían de tú a tú con las figuras mundiales. Si, esos campesinos boyacenses y cundinamarqueses, santandereanos y paisas, que apenas veían un micrófono saludaban a su mama, podían pelear carreras en Europa, podían humillar a los ciclistas que considerábamos de otro mundo y lo que era aún mejor, podían ganar, si, GANAR, en mayúsculas.

La victoria de Patro en el Tourmelet, la cima principal del Tour de Francia de aquel año, encendió una euforia como nunca había vivido y que tal vez nunca se vuelva a sentir de igual manera, pues hoy, con un compatriota triunfando en carreteras de Europa, he revivido muchas de esas emociones, pero jamás he vuelto a sentir aquellas sensaciones de despertar a las 6 am, prender el radio y descubrir que un escarabajo estaba liderando la etapa, alcanzando la gloria sobre una bicicleta

FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com

julio 2013

1 comentario:

  1. Una de las pocas cosas buenas que le quedan a este maltrecho país ojala la cosecha de triunfos de nuestros escarabajos siga en ascenso para que siquiera esa alegría y orgullo nos haga olvidar un momento esta dificil situacion que esta atravesando nuestra patria y volvamos a pegarnos de la radio y escuchar esas titanicas batallas que en lugar de sangre y dolor solo nos dejan alegria y orgullo...!
    AYOS

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