jueves, 6 de octubre de 2022

LA DOBLE MUERTE

 

ENTRE COLUMNAS

LA DOBLE MUERTE

 

Dedicado a los nietos que algún día tendré.

Nunca olviden sus raíces.


La muerte es un fenómeno natural que comienza a perseguirnos desde el mismo momento en que nacemos; basta con que él bebe recién nacido abra los ojos para que comience esa cuenta regresiva que para muchos es larga, pero para otros resulta demasiado corta. Como situación inherente a la vida misma, la muerte es el destino inexorable al que todos, en algún momento, arribaremos.

Pero más allá de la muerte física, hay otro tipo de muerte, al que algunas personas temen más que ese ineludible latido final, y es el olvido. De nada sirve lo que hagamos en nuestro trasegar por este valle de lágrimas, si después de nuestra partida, nadie, al cabo de algún tiempo, recuerda nuestro paso por el mundo de los vivos.

Tal vez por eso todas las sociedades se esmeran por erigir estatuas y mausoleos a aquellos personajes que esa misma sociedad considera que deben ser recordados.

Pero descendiendo a ese microcosmos que llamamos familia, encontramos que en gran medida, nuestros recuerdos familiares no alcanzan a superar dos generaciones, y cuando los miembros mayores de una familia van tomando el camino hacia lo desconocido, llevan en su equipaje la mayor parte de aquellos recuerdos que explicarían el origen y situaciones de una familia, o la historia de aquel consanguíneo fallecido a temprana edad que nunca conocimos y del cual solo tuvimos noticia en alguna tertulia familiar.

Hagamos un pequeño ejercicio: lo más probable es que todos hayamos conocido a alguno de nuestros abuelos, o a todos, pero muy probablemente la gran mayoría no recuerda a alguno de sus bisabuelos, o a ninguno.

Es esa muerte, esa segunda muerte, la que realmente acaba con las personas, porque cuando no sabemos nada de aquel allegado que no alcanzamos realmente a conocer, es el momento en que realmente muere una persona.

Ese pensamiento me asalto el día que falleció el reconocido periodista deportivo, Chelo De Castro[1], ya que con él también se fue gran parte de la historia deportiva de Barranquilla, historia que, lamentablemente, nunca ha sido totalmente escrita, de la cual no existen mayores archivos y que, con el paso de los años, desaparece del conocimiento general, pues quienes la vivieron o fueron testigos de ella, ya no están para contarla y trasmitirla a las nuevas generaciones.

Volviendo a lo familiar, y uniendo lo hasta aquí dicho, tal vez fuera Don Chelo, el ultimo cronista deportivo que fue testigo directo del paso de mi abuelo por los diamantes de beisbol de esta ciudad.

No, no voy a hacer un recuento de los logros y fracasos del padre de mi madre; no es el sentido de este escrito. Pero si busco, en beneficio de él y de muchos otros, el sembrar la semilla de un árbol cuyo fruto sea el recuerdo perenne de las glorias deportivas de nuestra región. Baste con decir, que para muchos viejos fanáticos beisboleros, el nombre del Zurdo Pérez, y toda la generación que le acompañó, aun genera una ceja levantada, o una sonrisa, o un asentimiento tácito de la presencia de unas figuras que no tuvieron la suerte de contar con registro gráfico, grabaciones radiales o videos, que nos recuerden sus gestas.

Por ahora, digamos, que parte de ese olvido comienza con el Estadio Municipal. Y ya veo la cara de algunos preguntando ¿cuál Estadio Municipal? Pues el mismo que hoy lleva el nombre de Romelio Martínez[2]. Por si no lo sabían, ese estadio nació como campo de beisbol, y de allí la curiosa forma de su antigua tribuna, la cual fue diseñada para un público diferente al del futbol.

En que en ese entonces, el futbol en barranquilla prácticamente no existía, pues esta ciudad era parte integral del Caribe, región beisbolera por excelencia, y no una periferia andina, en lo que nos convertimos. Era la pelota caliente, el deporte de masas de toda esta región.

Ya para esa época, había fallecido el gran Tomas Arrieta[3], único pelotero que jugaba todas las posiciones del Beisbol y que muy seguramente, de no haber fallecido a temprana edad, hubiera tenido destino final en el beisbol caribeño y tal vez algo más. Hoy, opacado en la memoria colectiva por otro gran pelotero, Edgar Rentería[4].

Y antes del hoy estadio de futbol de la calle 72, en ese mismo lugar existió otro, de propiedad privada, llamado Juana De Arco[5], construido a instancias del Hermano Pedro, ilustre religioso del Colegio Biffi-La Salle, claustro de cuyas aulas salieron, bajo la tutela del mencionado eclesiástico, la gran mayoría de beisbolistas de esa generación, perdida en las brumas del tiempo.

Pero volviendo con mi abuelo, les diré que el beisbol no le dejó dinero, aunque si le facilito la vida en algún sentido, pues habiendo pasado por los salones del mencionado colegio Biffi, aprendió el inglés, que perfeccionó trabajando en la SCADTA (Hoy Avianca); por hablar inglés y jugar beisbol, fue tenido en cuenta por quienes, en aquel entonces, administraban las Empresas Publicas Municipales, un grupo de gringos enviados por los banqueros de Chicago (Central Trust Company de Illinois), quienes pusieron al frente de esa entidad, como garantía del préstamo dado a la ciudad, a un personaje que muchos ya no recuerdan, pero que tuvo la visión de una Barranquilla grande, Samuel Hollopeter[6].

Estaba en esas fenecidas empresas públicas el viejo zurdo, cuando fue llamado de emergencia para representar al Atlántico en un torneo de Beisbol, y ya retirado, tomo de nuevo la manilla para darle un concierto de serpentinas a la delegación Bolivarense, que tuvo que tomar vía por la Carretera de la Cordialidad, cargando su estrella del momento, el gran Pedro “Chita” Miranda[7], con el estribillo que lo persiguió hasta el día de su muerte: “Chita, te coge el zurdo Pérez”.

Ya no me extiendo más para no aburrirlos, pero con la esperanza que hablándoles de mi abuelo, simultáneamente les regalo un poquito de historia de nuestra ciudad, aunque sea de manera anecdótica, pero con la firme convicción de que con estas líneas, contribuyo a no permitir una segunda muerte de mi ascendiente y de aquellos que con él, hicieron vivir grandes alegrías a una ciudad, que poco a poco ha ido perdiendo su memoria.

Y recuerden, la muerte no siempre significa el olvido, pero el olvido siempre es una forma de morir.

FABIAN VELEZ PEREZ



[1] José Víctor de Castro Carroll, más conocido como Chelo de Castro (Barranquilla; 19 de marzo de 1920-ibídem; 20 de junio de 2022), fue un periodista deportivo colombiano.

[2] Romelio Martínez Vergara (Barranquilla - Cerro El Tablazo, 15 de febrero de 1947). Futbolista y deportista colombiano de las décadas de 1930 y 1940. Romelio Martínez hizo parte de la selección Atlántico que participó en los juegos nacionales de 1932 y 1935, del equipo Sporting de Barranquilla, Juventud Junior y de la Selección Colombia de 1938. El estadio Municipal recibió el nombre de Romelio Martínez gracias a la iniciativa del periodista Chelo de Castro.

[3] El gran crítico y comentarista, el maestro Chelo de Castro, bautizó al gran Tomás Arrieta como “El hombre Team del Béisbol” porque jugaba y lo hacía muy bien, en las nueve posiciones, como cátcher vislumbró, en la primera y segunda base sobresalió, en el short stop y en el outfielder era insuperable, como pitcher lo hizo muy bien en la selección Colombia. Fue el primer colombiano en jugar en una liga extranjera, en el América de San Cristóbal, Táchira, Venezuela. Murió en 1944 a causa de una neumonía fulminante.

[4] Édgar Enrique Rentería Erazo (Barranquilla, 7 de agosto de 1975) es un beisbolista colombiano de Grandes Ligas que se desempeñó como shortstop.. Resultó campeón de las series mundiales de 1997 con los Marlins y de 2010 con los Gigantes de San Francisco, en ambas ocasiones anotando el hit que dio el campeonato a su equipo.

[5] El estadio Juana de Arco fue un estadio de béisbol de Barranquilla, Colombia, que funcionó entre 1928 y 1935, cuando fue demolido para construirse en su sitio el estadio Romelio Martínez. El Juana de Arco era propiedad del colegio lasallista Biffi-LaSalle, fue construido bajo la dirección del hermano Pedro y se adecuaba también para la práctica del fútbol.

[6] Samuel Hollopeter (Indiana, 24 de abril de 1886 - Fort Lauderdale, Florida, 1.° de febrero de 1980). Gerente de las empresas públicas municipales desde 1928 hasta 1960, época considerada de desarrollo urbano para Barranquilla.

[7] Se hizo célebre tras contribuir con sus batazos a los triunfos de la selección de Colombia en las series mundiales de béisbol aficionado de 1946 y 1947. También se destacó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1946 celebrados en Barranquilla. Miranda jugo con los equipos Getsemaní e Indios de Cartagena y Filtta de Barranquilla y luego en novenas profesionales de Venezuela y Nicaragua.