lunes, 7 de diciembre de 2015

LLEGÓ NAVIDAD

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LLEGÓ NAVIDAD


En esa bella época de nuestras vidas llamada infancia, la llegada de diciembre significaba diversión, regalos, risas y en general alegría; era la oportunidad de jugar durante días enteros con mis primos, ver toda la semana a mis tías y esperar con ansiedad la visita de los familiares que vivían lejos.

Eran un cúmulo de sentimientos que iban poco a poco agolpándose en mi interior y que me hacían rebosar de dicha; las mañanas se veían diferentes, la música era distinta y en general toda la vida diaria se trastocaba, convirtiendo la temporada navideña en un éxtasis de sensaciones que, una vez pasadas, me hacían esperar con ilusión el siguiente diciembre.

Si bien es cierto, con el paso de los años, esas sensaciones se van haciendo menos perceptibles, no deja de ser reconfortante el inicio de la temporada navideña; sin embargo, los intereses comerciales hacen que desde que llega noviembre, los almacenen se vistan de Papa Noel, alargando la temporada de fin de año a casi dos meses, lo cual ha hecho que en gran medida, se pierda la percepción de mes especial que tenia diciembre.

Pero, para mi, así la decoración de los almacenes me lo diga un mes antes, la navidad empieza el 7 de diciembre, víspera del día de las velitas.

Basta con que escuche los primeros compases de “Las cuatro fiestas”, para que me convenza que llego la navidad, y por un instante, vuelvo a sentir en mi interior aquella ansiedad infantil, deleitándome con las caricias de la brisa caribeña, convencido de que esa brisa solo sopla en ese mes donde el sol tiene un brillo diferente, dando inicio a un torrente de emociones que solo terminara a la medianoche del día 31, cuando le de a mis seres queridos el feliz año.

Entonces, sin proponermelo, comienzo a pensar en toda la alegría que representa la navidad, a esperar la llegada de ese familiar que vive lejos para disfrutar del abrazo del reencuentro y a organizar cada día del mes para aprovechar al máximo ese ambiente especial que se respira por una sola vez en el año.

Y la madrugada del 8, cuando vea los faroles iluminando la ciudad, seré otra vez aquel niño que le pedía a su tia Conchi mas triquitraquis, por que había llegado la navidad.


FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@hotmail.com


diciembre 2015

domingo, 1 de noviembre de 2015

HUELLAS DE FUEGO

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HUELLAS DE FUEGO

Durante el transcurso de nuestras vidas, muchos acontecimientos que vivimos quedan grabados de forma indeleble en nuestra memoria; en algunos fuimos protagonistas, lo cual nos hace, aunque sea por un momento, vernos como héroes, en otros somos participes, y eso hace que nos sintamos orgullosos de haber sido parte de algo que consideramos importante y, finalmente, en otros somos simples testigos, guardando imágenes y sensaciones con la esperanza de trasmitirlas a quienes no estuvieron allí.

Ese ultimo tipo de acontecimientos son los que marcan de forma peculiar nuestra existencia, pues bien se dice que cada historia se cuenta según la percepción del observador, así que muy difícilmente habrá dos visiones iguales sobre un acontecimiento que marque un hito en la vida de una persona, un grupo, una sociedad o una nación.

En mi caso particular hay varias situaciones de las que fui testigo y que considero importantes tanto para mi como para mi entorno, pero hay una en concreto de la cual poco hablo, porque cuando los recuerdos llegan a mi mente, revivo de forma dolorosa los acontecimientos de aquel día, su triste noche y el espantoso amanecer.

Me refiero a lo acaecido los días 6 y 7 de noviembre de 1985, en plena Plaza de Bolívar, en lo que fuera el magno recinto de nuestro ordenamiento jurídico, el Palacio de Justicia.

No voy a entrar en detalles sobre lo que ahí paso, tampoco repartiré responsabilidades; básteme con contarles que aun retumban en mis oídos los disparos, los gritos, las voces del combate que ocurría a apenas una cuadra de de donde yo me encontraba; perduran en mi mente los rostros de angustia, el correr de la gente, y mi cuerpo revive la sensación de incredulidad primero, y de impotencia después.

Fui testigo de esos hechos, del acontecimiento como tal, y del posterior ambiente luctuoso que se vivió en toda la ciudad, donde las ambulancias recorrían las calles, llevando consigo a las victimas de la insensatez.

No se a cuantas salas de velación acudí, a cuantos deudos abracé ni cuantas lagrimas enjugué, pero lo que si tengo presente es que a partir de ese día mi visión del mundo cambió, mi percepción de la justicia se desvaneció y para siempre quedó en mi interior la certeza de la falacia del poder.

Aquel día marco el fin de la inocencia para muchos y el comienzo del dolor para otros, el final de una época para una sociedad y el inicio de un nuevo país para toda una generación.

Por eso ahora, cuando se aproxima el trigésimo aniversario de tan lamentable evento, los rostros de aquellos que conocí y que murieron dentro del palacio o como consecuencia de esos hechos, se abren paso entre todos mis recuerdos y se ponen en primera fila para así obligarme a rememorar los acontecimientos de esas fechas.

Y entonces, en contra de mi voluntad, reviviré la tragedia de unos seres humanos que con su muerte, marcaron a fuego mis principios y convicciones, dejando una huella imborrable en mi mente y en mi espíritu.

FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@hotmail.com
noviembre 2015


En memoria de DANTE FIORILLO PORRAS, JULIO CESAR ANDRADE ANDRADE y NURY GUTIERREZ DE PIÑERES DE SOTO.

miércoles, 21 de octubre de 2015

CIUDAD Y RELIGIOSIDAD

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CIUDAD Y RELIGIOSIDAD

El que come del fruto del árbol del conocimiento,
siempre es arrojado de algún paraíso.
William Ralph Inge1

Cuán difícil es hablar de religión sin que alguien se sienta ofendido, cuán difícil es hablar de religión sin que alguien grite “blasfemia”, cuán difícil es hablar de religión sin que se levante tierra a nuestro alrededor, y sin embargo insistimos en hablar de ello, insistimos en introducir el tema en nuestro vocabulario, e insistimos en pregonar nuestra fe, tratando de convencer a los demás que nuestro dios es mejor que el de ellos.

Si, nuestra Constitución Política en su Artículo 192 garantiza la libertad de cultos y nos dice que toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Sin embargo, este privilegio no es absoluto, por cuanto la Ley 133 de 1994, en su artículo 6°, literal g3, nos concede la posibilidad de rehusarnos a recibir la enseñanza o información religiosa.

Esto significa que, a pesar de la facultad que nuestra legislación le concede a cada ciudadano de profesar y divulgar su religión, nadie está obligado a escuchar el proselitismo religioso de otro.

Suena sencillo, pero no lo es tanto, cuando en cada saludo, en cada conversación, en cada comentario, surge un “si dios quiere”, un “bendiciones”, un “amén” o un “dios te guarde”, palabras y frases que cualquiera de nosotros suelta sin detenerse a pensar que al hacerlo, implícitamente estamos violando los derechos de los demás, quienes no tienen la obligación de escuchar o tal vez padecer nuestras manifestaciones de fe.

Pero más allá de eso, que sirve de preámbulo a la presente, tenemos que en nuestra ciudad se viene presentando un auge de manifestaciones religiosas al punto que prácticamente no pasan dos o tres cuadras sin que nos encontremos con una iglesia, templo, congregación o similar, sin importar cuál sea la tendencia o inclinación de la misma.

Atrás han quedado los tiempos en que todos sabíamos dónde quedaban, aparte de las católicas, las iglesias de cada denominación que existían en nuestra ciudad. Hoy, cualquiera se siente autorizado a llamarse pastor y fundar una iglesia, con principios a su conveniencia, manejándolas como feudos particulares, admitiendo y expulsando miembros, fijando cánones y directrices según su opinión, sin que nadie, en aras de la libertad religiosa, pueda meter mano en ello.

Pero, ¿es esta una situación aislada dentro de nuestro país? Según una encuesta realizada por Win/Gallup en 65 países4, Colombia es, en Latinoamérica, el país con mayor porcentaje de religiosidad, solamente igualado por Perú. Y este estudio agrega que el género, la edad, el ingreso, y la educación muestran ser factores determinantes en cuanto al nivel de religiosidad de la población, llegándose a afirmar, desde un punto de vista sociológico que quienes tienen menor nivel de educación son los más religiosos, ...”5 dado que “a menos desarrollo intelectual las personas prefieren dar una explicación mágica a sus acciones.”6, aunque el mismo estudio reconoce que “las personas religiosas son mayoría en todos los niveles educativos.”7

Volviendo a nuestro entorno, la cosa va mas lejos, cuando notamos como, poco a poco, se genera un aire de autosuficiencia y superioridad en esos círculos piadosos, en la medida en que más creyente se sea, mirando de arriba hacia abajo a todo aquel que se atreva a disentir de la religiosidad, al punto que aquellos que no comparten ese proceder, se ven obligados a guardar silencio, simplemente para evitar discusiones y confrontaciones. En conclusión, no basta con ser creyente, sino que hay que gritarlo a los cuatro vientos, y entre mas alto, mejor, para así ser socialmente aceptado.

Porque no se cuestiona la fe, no se cuestiona la creencia, sino que se cuestiona el no hacer proselitismo religioso, el no exhibir la devoción religiosa, el no proclamar la gracia divina, e incluso, el no invocar la divinidad personal como garantía de éxito, y lo que es peor, el no agradecer públicamente las, para algunos evidentes, bendiciones que esa divinidad envía.

Pero eso tiene consecuencias, nuestra sociedad se mueve a paso ligero hacia una condición similar a la de la edad media, faltando únicamente un equivalente de la inquisición8 que, cual policía del pensamiento9, se encargue de corregir esa falta de religiosidad, castigando a aquellos que no usen altavoces para anunciar su fe, sin importar cuál sea, pero que sea, dejando en manos de la providencia, la resolución de los problemas terrenales que son nuestra responsabilidad, pero que queremos que otros resuelvan por nosotros, argumentando que la fe así lo enseña.

La cuestión es que, en aras de la libertad de culto, estamos construyendo un mundo nuevo, donde socialmente se nos exige manifestar públicamente nuestra religión, donde se mira con desdén al que no lo hace y en donde se condena con rayos y centellas al que se atreva rebelarse, justificando las manifestaciones de fanatismo en una mal concebida espiritualidad, que no es otra cosa que proselitismo religioso con aires de intelectualidad.

Es por ello que, para finalizar, me remito a Oscar Wilde, quien nos dejó esta frase: “Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir.”10


FABIAN VELEZ PEREZ 
velezperez@operamail.com


1 William Ralph Inge, (1860-1954) profesor y autor británico, sacerdote anglicano
2 Artículo 19. Constitución Política de Colombia. Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley.
3 LEY 133 DE 1994Artículo 6º.- La libertad religiosa y de cultos garantizada por la Constitución comprende, con la siguiente autonomía jurídica e inmunidad de coacción, entre otros, los derechos de toda persona: g. De recibir e impartir enseñanza e información religiosa, ya sea oralmente, por escrito o por cualquier otro procedimiento, a quien desee recibirla; de recibir esa enseñanza e información o rehusarla;
4 http://www.telegrafo.com.ec/images/eltelegrafo/Sociedad/2015/23-04-15-sociedad-Gallup-religion.pdf
5 http://www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
6 http://www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
7 http: //www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
8 El término Inquisición o Santa Inquisición hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía mayoritariamente en el seno de la Iglesia católica.
9 La Policía del Pensamiento (nombre original en inglés: Thought Police; en neolengua: Thinkpol) se refiere a una organización policial ficticia presente en la novela de George Orwell 1984. Se considera que está inspirada en la Gestapo y en la NKVD.
10 Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.

domingo, 11 de enero de 2015

LIBERTAD DE EXPRESION



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LIBERTAD DE EXPRESION

A pesar del título que lleva esta nota, no voy a referirme al derecho a expresarse libremente como tal, sino a las limitantes que en un momento dado, y más en este de dolor frente a los hechos de Paris, reclaman algunos.

La revista Charlie Hebdo utilizó, en diversas ocasiones, la caricatura como medio para señalar su inconformidad, y la de muchos, frente a posiciones radicales religiosas, tomando las figuras o imagines, consideradas por algunos como divinas o sagradas, para recrear actos obscenos o, como mínimo, satíricos.

Contrario a lo que muchos creen, no fue solo la fe musulmana la que fue objeto de burlas; también lo fueron judíos y cristianos por igual, ya que se utilizó para sus viñetas, imágenes rabínicas o del Papa católico para ridiculizar actitudes o posiciones doctrinarias de corte teológico.

Esto, está claro, por lo menos en lo que tiene que ver con algún sector del mundo musulmán, le costó la vida a varios de sus dibujantes, quienes fueron sacrificados en aras de defender, en clave de barbarie, una creencia.

A raíz de ello, algunos han opinado que el lamentable hecho es la lógica consecuencia de una libertad de expresión mal entendida, en donde se confunde la manifestación de una idea, con agresión, pues nada mas ofensivo que burlarse de Dios.

Sin embargo, alguien que fue objeto directo de ataques, y a cuya cabeza se puso precio, como lo es el escritor Salman Rushdie, autor de “Los versos satánicos”, obra que muchos cuestionan y pocos han leído, ha dicho que “Las religiones, como todas las otras ideas, merecen crítica, sátira y, sí, nuestra irreverencia más audaz.”

Comparto plenamente ese criterio, porque cualquier limitante que se pretenda colocar a la libertad de expresión, no es sino censura. Las religiones no son un feudo aparte dentro del mundo de las ideas, y el hecho de cuestionarlas, no implica irrespeto alguno. Por el contrario, si no hubiera sido por las críticas y cuestionamiento, aun arderían hogueras por el mundo, en plena cacería de brujas, o los estamentos civiles estarían sometidos al clerical para realizar su gestión.

Pretender que esto ocurra es volver al oscurantismo, retroceder siglos en materia intelectual, y devolver el poder a los chamanes y aprendices de brujos, en aras de un inconcebible, engrandiosado y mal entendido respeto.

Nada más peligroso para el mundo de las ideas que crear islas o zonas libres de crítica, como mecanismo obligatorio de convivencia. La Alemania nazi lo logró, dotando al Estado de una infalibilidad a todo prueba, con el respaldo de la fuerza. Bien se ha dicho que donde todos opinan igual, solo uno está pensando, y los demás siguiendo.

Por esa línea de pensamiento, se estaría justificando el criminal ataque a una revista, cuyo pecado capital fue permitir que sus miembros expresaran libremente sus ideas, exentos de censura.

Nada justifica la censura; quienes han sido objeto de ella, y yo lo he sido, sabemos que es solo una forma de perpetuar el poder, creando burbujas irrompibles que impiden la entrada de ideas nuevas o diferentes, pero a la vez son burbujas que se convierten en  cárcel para los que se encuentran atrapados en ellas.

FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
Enero 2015