ENTRE
COLUMNAS
LIBERTAD
DE EXPRESION
A
pesar del título que lleva esta nota, no voy a referirme al derecho a
expresarse libremente como tal, sino a las limitantes que en un momento dado, y
más en este de dolor frente a los hechos de Paris, reclaman algunos.
La
revista Charlie Hebdo utilizó, en diversas ocasiones, la caricatura como medio
para señalar su inconformidad, y la de muchos, frente a posiciones radicales
religiosas, tomando las figuras o imagines, consideradas por algunos como
divinas o sagradas, para recrear actos obscenos o, como mínimo, satíricos.
Contrario
a lo que muchos creen, no fue solo la fe musulmana la que fue objeto de burlas;
también lo fueron judíos y cristianos por igual, ya que se utilizó para sus
viñetas, imágenes rabínicas o del Papa católico para ridiculizar actitudes o
posiciones doctrinarias de corte teológico.
Esto,
está claro, por lo menos en lo que tiene que ver con algún sector del mundo
musulmán, le costó la vida a varios de sus dibujantes, quienes fueron
sacrificados en aras de defender, en clave de barbarie, una creencia.
A
raíz de ello, algunos han opinado que el lamentable hecho es la lógica consecuencia
de una libertad de expresión mal entendida, en donde se confunde la
manifestación de una idea, con agresión, pues nada mas ofensivo que burlarse de
Dios.
Sin
embargo, alguien que fue objeto directo de ataques, y a cuya cabeza se puso
precio, como lo es el escritor Salman Rushdie, autor de “Los versos satánicos”,
obra que muchos cuestionan y pocos han leído, ha dicho que “Las religiones,
como todas las otras ideas, merecen crítica, sátira y, sí, nuestra irreverencia
más audaz.”
Comparto
plenamente ese criterio, porque cualquier limitante que se pretenda colocar a
la libertad de expresión, no es sino censura. Las religiones no son un feudo
aparte dentro del mundo de las ideas, y el hecho de cuestionarlas, no implica
irrespeto alguno. Por el contrario, si no hubiera sido por las críticas y
cuestionamiento, aun arderían hogueras por el mundo, en plena cacería de
brujas, o los estamentos civiles estarían sometidos al clerical para realizar
su gestión.
Pretender
que esto ocurra es volver al oscurantismo, retroceder siglos en materia
intelectual, y devolver el poder a los chamanes y aprendices de brujos, en aras
de un inconcebible, engrandiosado y mal entendido respeto.
Nada
más peligroso para el mundo de las ideas que crear islas o zonas libres de
crítica, como mecanismo obligatorio de convivencia. La Alemania nazi lo logró,
dotando al Estado de una infalibilidad a todo prueba, con el respaldo de la
fuerza. Bien se ha dicho que donde todos opinan igual, solo uno está pensando,
y los demás siguiendo.
Por
esa línea de pensamiento, se estaría justificando el criminal ataque a una
revista, cuyo pecado capital fue permitir que sus miembros expresaran
libremente sus ideas, exentos de censura.
Nada
justifica la censura; quienes han sido objeto de ella, y yo lo he sido, sabemos
que es solo una forma de perpetuar el poder, creando burbujas irrompibles que
impiden la entrada de ideas nuevas o diferentes, pero a la vez son burbujas que
se convierten en cárcel para los que se
encuentran atrapados en ellas.
FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
Enero
2015