miércoles, 21 de octubre de 2015

CIUDAD Y RELIGIOSIDAD

ENTRE COLUMNAS

CIUDAD Y RELIGIOSIDAD

El que come del fruto del árbol del conocimiento,
siempre es arrojado de algún paraíso.
William Ralph Inge1

Cuán difícil es hablar de religión sin que alguien se sienta ofendido, cuán difícil es hablar de religión sin que alguien grite “blasfemia”, cuán difícil es hablar de religión sin que se levante tierra a nuestro alrededor, y sin embargo insistimos en hablar de ello, insistimos en introducir el tema en nuestro vocabulario, e insistimos en pregonar nuestra fe, tratando de convencer a los demás que nuestro dios es mejor que el de ellos.

Si, nuestra Constitución Política en su Artículo 192 garantiza la libertad de cultos y nos dice que toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Sin embargo, este privilegio no es absoluto, por cuanto la Ley 133 de 1994, en su artículo 6°, literal g3, nos concede la posibilidad de rehusarnos a recibir la enseñanza o información religiosa.

Esto significa que, a pesar de la facultad que nuestra legislación le concede a cada ciudadano de profesar y divulgar su religión, nadie está obligado a escuchar el proselitismo religioso de otro.

Suena sencillo, pero no lo es tanto, cuando en cada saludo, en cada conversación, en cada comentario, surge un “si dios quiere”, un “bendiciones”, un “amén” o un “dios te guarde”, palabras y frases que cualquiera de nosotros suelta sin detenerse a pensar que al hacerlo, implícitamente estamos violando los derechos de los demás, quienes no tienen la obligación de escuchar o tal vez padecer nuestras manifestaciones de fe.

Pero más allá de eso, que sirve de preámbulo a la presente, tenemos que en nuestra ciudad se viene presentando un auge de manifestaciones religiosas al punto que prácticamente no pasan dos o tres cuadras sin que nos encontremos con una iglesia, templo, congregación o similar, sin importar cuál sea la tendencia o inclinación de la misma.

Atrás han quedado los tiempos en que todos sabíamos dónde quedaban, aparte de las católicas, las iglesias de cada denominación que existían en nuestra ciudad. Hoy, cualquiera se siente autorizado a llamarse pastor y fundar una iglesia, con principios a su conveniencia, manejándolas como feudos particulares, admitiendo y expulsando miembros, fijando cánones y directrices según su opinión, sin que nadie, en aras de la libertad religiosa, pueda meter mano en ello.

Pero, ¿es esta una situación aislada dentro de nuestro país? Según una encuesta realizada por Win/Gallup en 65 países4, Colombia es, en Latinoamérica, el país con mayor porcentaje de religiosidad, solamente igualado por Perú. Y este estudio agrega que el género, la edad, el ingreso, y la educación muestran ser factores determinantes en cuanto al nivel de religiosidad de la población, llegándose a afirmar, desde un punto de vista sociológico que quienes tienen menor nivel de educación son los más religiosos, ...”5 dado que “a menos desarrollo intelectual las personas prefieren dar una explicación mágica a sus acciones.”6, aunque el mismo estudio reconoce que “las personas religiosas son mayoría en todos los niveles educativos.”7

Volviendo a nuestro entorno, la cosa va mas lejos, cuando notamos como, poco a poco, se genera un aire de autosuficiencia y superioridad en esos círculos piadosos, en la medida en que más creyente se sea, mirando de arriba hacia abajo a todo aquel que se atreva a disentir de la religiosidad, al punto que aquellos que no comparten ese proceder, se ven obligados a guardar silencio, simplemente para evitar discusiones y confrontaciones. En conclusión, no basta con ser creyente, sino que hay que gritarlo a los cuatro vientos, y entre mas alto, mejor, para así ser socialmente aceptado.

Porque no se cuestiona la fe, no se cuestiona la creencia, sino que se cuestiona el no hacer proselitismo religioso, el no exhibir la devoción religiosa, el no proclamar la gracia divina, e incluso, el no invocar la divinidad personal como garantía de éxito, y lo que es peor, el no agradecer públicamente las, para algunos evidentes, bendiciones que esa divinidad envía.

Pero eso tiene consecuencias, nuestra sociedad se mueve a paso ligero hacia una condición similar a la de la edad media, faltando únicamente un equivalente de la inquisición8 que, cual policía del pensamiento9, se encargue de corregir esa falta de religiosidad, castigando a aquellos que no usen altavoces para anunciar su fe, sin importar cuál sea, pero que sea, dejando en manos de la providencia, la resolución de los problemas terrenales que son nuestra responsabilidad, pero que queremos que otros resuelvan por nosotros, argumentando que la fe así lo enseña.

La cuestión es que, en aras de la libertad de culto, estamos construyendo un mundo nuevo, donde socialmente se nos exige manifestar públicamente nuestra religión, donde se mira con desdén al que no lo hace y en donde se condena con rayos y centellas al que se atreva rebelarse, justificando las manifestaciones de fanatismo en una mal concebida espiritualidad, que no es otra cosa que proselitismo religioso con aires de intelectualidad.

Es por ello que, para finalizar, me remito a Oscar Wilde, quien nos dejó esta frase: “Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir.”10


FABIAN VELEZ PEREZ 
velezperez@operamail.com


1 William Ralph Inge, (1860-1954) profesor y autor británico, sacerdote anglicano
2 Artículo 19. Constitución Política de Colombia. Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley.
3 LEY 133 DE 1994Artículo 6º.- La libertad religiosa y de cultos garantizada por la Constitución comprende, con la siguiente autonomía jurídica e inmunidad de coacción, entre otros, los derechos de toda persona: g. De recibir e impartir enseñanza e información religiosa, ya sea oralmente, por escrito o por cualquier otro procedimiento, a quien desee recibirla; de recibir esa enseñanza e información o rehusarla;
4 http://www.telegrafo.com.ec/images/eltelegrafo/Sociedad/2015/23-04-15-sociedad-Gallup-religion.pdf
5 http://www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
6 http://www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
7 http: //www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
8 El término Inquisición o Santa Inquisición hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía mayoritariamente en el seno de la Iglesia católica.
9 La Policía del Pensamiento (nombre original en inglés: Thought Police; en neolengua: Thinkpol) se refiere a una organización policial ficticia presente en la novela de George Orwell 1984. Se considera que está inspirada en la Gestapo y en la NKVD.
10 Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.