ENTRE
COLUMNAS
CIUDAD
Y RELIGIOSIDAD
El que come del fruto del árbol del
conocimiento,
siempre es arrojado de algún paraíso.
William Ralph Inge1
Cuán
difícil es hablar de religión sin que alguien se sienta ofendido,
cuán difícil es hablar de religión sin que alguien grite
“blasfemia”, cuán difícil es hablar de religión sin que se
levante tierra a nuestro alrededor, y sin embargo insistimos en
hablar de ello, insistimos en introducir el tema en nuestro
vocabulario, e insistimos en pregonar nuestra fe, tratando de
convencer a los demás que nuestro dios es mejor que el de ellos.
Si,
nuestra Constitución Política en su Artículo 192
garantiza la libertad de cultos y nos dice que toda persona tiene
derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma
individual o colectiva. Sin embargo, este privilegio no es absoluto,
por cuanto la Ley 133 de 1994, en su artículo 6°, literal g3,
nos concede la posibilidad de rehusarnos a recibir la enseñanza o
información religiosa.
Esto
significa que, a pesar de la facultad que nuestra legislación le
concede a cada ciudadano de profesar y divulgar su religión, nadie
está obligado a escuchar el proselitismo religioso de otro.
Suena
sencillo, pero no lo es tanto, cuando en cada saludo, en cada
conversación, en cada comentario, surge un “si
dios quiere”,
un “bendiciones”,
un
“amén”
o un “dios
te guarde”,
palabras y frases que cualquiera de nosotros suelta sin detenerse a
pensar que al hacerlo, implícitamente estamos violando los derechos
de los demás, quienes no tienen la obligación de escuchar o tal vez
padecer nuestras manifestaciones de fe.
Pero
más allá de eso, que sirve de preámbulo a la presente, tenemos que
en nuestra ciudad se viene presentando un auge de manifestaciones
religiosas al punto que prácticamente no pasan dos o tres cuadras
sin que nos encontremos con una iglesia, templo, congregación o
similar, sin importar cuál sea la tendencia o inclinación de la
misma.
Atrás
han quedado los tiempos en que todos sabíamos dónde quedaban,
aparte de las católicas, las iglesias de cada denominación que
existían en nuestra ciudad. Hoy, cualquiera se siente autorizado a
llamarse pastor y fundar una iglesia, con principios a su
conveniencia, manejándolas como feudos particulares, admitiendo y
expulsando miembros, fijando cánones y directrices según su
opinión, sin que nadie, en aras de la libertad religiosa, pueda
meter mano en ello.
Pero,
¿es esta una situación aislada dentro de nuestro país? Según una
encuesta realizada por Win/Gallup en 65 países4,
Colombia es, en Latinoamérica, el país con mayor porcentaje de
religiosidad, solamente igualado por Perú. Y este estudio agrega que
el género, la edad, el ingreso, y la educación muestran ser
factores determinantes en cuanto al nivel de religiosidad de la
población, llegándose a afirmar, desde un punto de vista
sociológico que “quienes
tienen menor nivel de educación son los más religiosos, ...”5
dado
que “a
menos desarrollo intelectual las personas prefieren dar una
explicación mágica a sus acciones.”6,
aunque
el mismo estudio reconoce que
“las personas religiosas son mayoría en todos los niveles
educativos.”7
Volviendo
a nuestro entorno, la cosa va mas lejos, cuando notamos como, poco a
poco, se genera un aire de autosuficiencia y superioridad en esos
círculos piadosos, en la medida en que más creyente se sea, mirando
de arriba hacia abajo a todo aquel que se atreva a disentir de la
religiosidad, al punto que aquellos que no comparten ese proceder, se
ven obligados a guardar silencio, simplemente para evitar discusiones
y confrontaciones.
En
conclusión, no basta con ser creyente, sino que hay que gritarlo a
los cuatro vientos, y entre mas alto, mejor, para así ser
socialmente aceptado.
Porque
no se cuestiona la fe, no se cuestiona la creencia, sino que se
cuestiona el no hacer proselitismo religioso, el no exhibir la
devoción religiosa, el no proclamar la gracia divina, e incluso, el
no invocar la divinidad personal como garantía de éxito, y lo que
es peor, el no agradecer públicamente las, para algunos evidentes,
bendiciones que esa divinidad envía.
Pero
eso tiene consecuencias, nuestra sociedad se mueve a paso ligero
hacia una condición similar a la de la edad media, faltando
únicamente un equivalente de la inquisición8
que, cual policía del pensamiento9,
se encargue de corregir esa falta de religiosidad, castigando a
aquellos que no usen altavoces para anunciar su fe, sin importar cuál
sea, pero que sea, dejando en manos de la providencia, la resolución
de los problemas terrenales que son nuestra responsabilidad, pero que
queremos que otros resuelvan por nosotros, argumentando que la fe así
lo enseña.
La
cuestión es que, en aras de la libertad de culto, estamos
construyendo un mundo nuevo, donde socialmente se nos exige
manifestar públicamente nuestra religión, donde se mira con desdén
al que no lo hace y en donde se condena con rayos y centellas al que
se atreva rebelarse, justificando
las manifestaciones de fanatismo en una mal concebida espiritualidad,
que no es otra cosa que proselitismo religioso con aires de
intelectualidad.
Es
por ello que, para finalizar, me remito a Oscar Wilde, quien nos dejó
esta frase: “Estoy
convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para
cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros
mismos, donde deberíamos intentar vivir.”10
FABIAN
VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
1
William
Ralph Inge, (1860-1954) profesor y autor británico, sacerdote
anglicano
2
Artículo
19. Constitución Política de Colombia. Se garantiza la libertad de
cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión
y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las
confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley.
3 LEY
133 DE 1994Artículo 6º.-
La libertad religiosa y de cultos garantizada por la Constitución
comprende, con la siguiente autonomía jurídica e inmunidad de
coacción, entre otros, los derechos de toda persona: g. De recibir
e impartir enseñanza e información religiosa, ya sea oralmente,
por escrito o por cualquier otro procedimiento, a quien desee
recibirla; de recibir esa enseñanza e información o rehusarla;
4
http://www.telegrafo.com.ec/images/eltelegrafo/Sociedad/2015/23-04-15-sociedad-Gallup-religion.pdf
5
http://www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
6
http://www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
7 http:
//www.telegrafo.com.ec/sociedad/item/la-edad-el-nivel-educativo-y-los-ingresos-influyen-en-la-religion.html
8 El
término Inquisición o Santa Inquisición hace referencia a varias
instituciones dedicadas a la supresión de la herejía
mayoritariamente en el seno de la Iglesia católica.
9
La
Policía del Pensamiento (nombre original en inglés: Thought
Police; en neolengua: Thinkpol) se refiere a una organización
policial ficticia presente en la novela de George Orwell 1984. Se
considera que está inspirada en la Gestapo y en la NKVD.
10
Oscar
Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.