lunes, 29 de diciembre de 2014

PAZ AL CARBON



 ENTRE COLUMNAS

PAZ AL CARBON
 
El 17 de septiembre de 2013, en medio de una ceremonia con muchísimo despliegue periodístico, el Estado colombiano, a través de varios de sus representantes, pidió perdón por la muerte del sociólogo Alfredo Correa de Andreis, acaecida 9 años antes, a manos de agentes del DAS, que actuaron en connivencia con las autodenominadas autodefensas.

El acto mereció muchas notas periodísticas, sin embargo nadie enfatizo suficientemente el hecho de que la familia del desaparecido personaje, en el mismo acto, manifestara de forma tajante que "nosotros, la familia de Correa De Andreis, ni aceptamos, ni rechazamos las excusas. Simplemente las escuchamos".[1]

El 16 de diciembre de 2014, casi que en forma silenciosa, se desplazó a La Habana, un grupo de denominadas victimas que participarían en los diálogos de paz que se llevan a cabo en ese lugar, con el fin de realizar su aporte a dicho proceso. En ese grupo apareció, como representante de victimas Magda Correa De Andreis, hermana del anotado sociólogo asesinado.

La presencia de esta persona en esa comisión fue eclipsada por la polémica inclusión, en el mismo grupo, de la destituida parlamentaria Piedad Cordoba, por lo que no se dio mayor despliegue a su nombre.

Ahora bien, siendo que toda nuestra nación está inmersa en el proceso de paz, incluidos aquellos que no comparten la filosofía que ha guiado a la mesa de La Habana, no deja de ser curioso que se designe como representante de victimas a un miembro de una familia que no recibió agresiones de parte de quienes son sindicados como autores materiales e intelectuales de actos atroces, que son los que están en Cuba, siendo, esa familia, victima, pero de un grupo que no está en esa mesa.

Incluso, los más radicales señalan que este tipo de víctimas ni siquiera deberían ir a esa negociación, dado que no van a confrontar a sus victimarios, sino por el contrario, a apoyar a quienes se declararon enemigos de sus victimarios.

Pero más allá del ideario político o ideológico que resida en la sique de cada víctima, está el tema del perdón como elemento decisivo a la hora de plasmar soluciones o vías restaurativas que conduzcan a un estado real de paz en nuestro país, porque si alguien manifiesta públicamente que no está dispuesto a conceder perdón, y que los actos de reparación simbólica le parecen intrascendentes, no se entiende como puede ser considerado elemento valioso para lograr el establecimiento de una justicia transicional en la que no cree y que mucho menos considera restaurativa.

Por el contrario, la presencia de este tipo de personajes genera recelos que enturbian el ya enrarecido ambiente de la mesa de negociación de La Habana, pues en ultimas, lo que se vislumbra es simplemente el ánimo de no incomodar a los victimarios reales que están en la turística isla, llevándoles, por ejemplo, a los representantes de las familias de las víctimas de secuestro de los cuales no se tiene noticia hace más de una década.

Pero, haciendo de tripas corazón, muchos colombianos están dispuestos a, como dice el gobierno, tragarse el sapo de estas inanes participaciones, en aras de la paz, aunque con la sospecha, en el fondo de sus corazones, que estos sapos se están cocinando como plato principal, en el altar de la paz, para al final ofrecernos una paz al carbón para que la degustemos en medio de una bacanal de impunidad.

Y si no se han dado cuenta de esto, sería bueno que hablaran con las madres de algunos secuestrados que, a diferencia de la familia De Andreis, si están dispuestos a perdonar, pero que no han podido hablar, ni la prensa les hace eco, pues podrían dar al traste con la batracia cena que se nos anuncia, ya que los victimarios de sus hijos, se han declarado a sí mismos víctimas, y por lo tanto, no tendrían que pedir perdón a nadie, sino que los colombianos tendríamos que pedirles perdón a ellos.

FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
Diciembre 2014

[1] Texto copiado de www.rcnradio.com - Conozca el original en http://www.rcnradio.com/noticias/no-perdono-el-asesinato-de-mi-hijo-afirmo-padre-de-alfredo-correa-89871#ixzz3NInSAqPo

domingo, 21 de septiembre de 2014

FORMACION O ADOCTRINAMIENTO

ENTRE COLUMNAS

FORMACIÓN O ADOCTRINAMIENTO

El noble arte de la docencia, indebidamente manejado, puede convertirse en un arma ideológica bastante contundente. Cuando la docencia no transmite conocimientos e ideas, sino doctrinas políticas, se transforma en algo vil y rastrero.

Durante siglos, la academia ha sido el manantial de donde han brotado los más caudalosos ríos de  ideas que transformaron el mundo. Es por ello que las dictaduras, lo primero que cercenan, es la autonomía académica, la libertad de enseñanza, ante el temor de que en los salones de clases se formen los líderes ideológicos que, más adelante, lideren los vientos de cambio.

Pues bien, en estos días se me acerco un estudiante de maestría, al cual conozco desde su época de pregrado universitario y a quien siempre he considerado un brillante estudiante, después un gran profesional y ahora un promisorio jurista, mostrándome las observaciones que a su tesis de maestría le realizaba el docente encargado de guiarlo en tal labor.

El motivo del ejercicio académico era escuchar mi opinión respecto a dichas observaciones.

Sin mayor prevención abordé la lectura de la misiva del denominado director de tesis y, a medida que avanzaba en las 7 páginas de su crítica, sentí un escalofrió recorriendo mi espalada, ante el carácter peyorativo del contenido del documento. Solo falto que le dijera al aspirante a maestría que era un burro jurídico. Aparecían frases disonantes e insultantes por doquier, dejando para el final el triste señalamiento de que el trabajo presentado  era de una esterilidad inconmensurable.

Tome el borrador de la tesis y lo devore en una hora, preocupado por saber cuál era el gran pecado que mi pupilo había cometido para merecer semejante serie de insultos académicos, y me encontré con una sorpresa verdaderamente lamentable.

La tesis, aunque con algunas imprecisiones, plantea una teoría juridica de avanzada, en donde se resalta nuestra realidad política actual, y en donde se explica, que no justifica, la aparición de los grupos de autodefensa como una reacción de ciertos sectores de la nación, ante la incapacidad estatal de preservar el orden público.

En el recorrido jurídico del documento, se esboza la teoría de la responsabilidad del Estado por su inoperancia frente a los actos terroristas, y como ello llevo al surgimiento de grupos armados patrocinados por las victimas de dichos actos terroristas, atribuyéndole al Estado la responsabilidad de dicha situación, por su actuar permisivo frente a la delincuencia.

Pero el mayor pecado de la tesis de grado es que pone en entredicho el entarimado del actual proceso de paz, al señalar que deben ser las victimas y no los victimarios quienes exijan mecanismos que garanticen la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición, partiendo del supuesto que el Estado debe repetir económicamente en contra de aquellos que se beneficiaron de sus actos de terrorismo, a la vez que desnuda la falacia del idealismo político de los señalados como terroristas.

Frente a esto, el director de tesis asume la posición oficial actual, y tal vez siguiendo las palabras de nuestro presidente, tilda de ignorante al autor del proyecto académico, sobre todo cuando este, a modo de corolario, señala la insostenibilidad de la teoría jurídica de la actual negociación, frete a los lineamiento del derecho internacional humanitario.

Volví a leer la diatriba del docente, y entonces se hizo evidente que era más un manifiesto político que una orientación académica.

Visto lo anterior, pasa por mi mente la idea de que, poco a poco, nuestro actual gobierno nos está llevando a un terreno en donde  la academia se transforma de lleno en un aparato de reproducción ideológica del Estado, en donde una tesis de grado es rechazada y su autor pisoteado por ser su idea y por ende, su proyecto académico, “políticamente incorrectos”

Y ante ello no queda más que pensar que no acercamos peligrosamente al abismo de una dictadura ideológica, en donde todo aquel que no comparta las políticas oficiales, está sometido al matoneo académico, por aquellos que, irónicamente, piden hoy a gritos perdón y reparación.


FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com
septiembre 2014


lunes, 18 de agosto de 2014

TRAEME UN PAQUITO

ENTRE COLUMNAS

TRAEME UN PAQUITO

Una alternativa en mi vida profesional ha sido el ejercicio de la docencia y en esa noble practica, he percibido el declive del habito de la lectura en las nuevas generaciones, razón por la cual, en muchas ocasiones he divagado respecto al cómo, cuando y donde surgió en mi, dicho habito.

Ese libre recorrido por el universo de los recuerdos me ha llevado siempre al mismo destino como punto de origen: los paquitos. 

Recuerdo mucho el entrar al almacén Sears en mi natal Barraquilla y, mientras mis padres hacían compras, llegar al mostrador de revistas, debajo de las escaleras eléctricas, para revisar las últimas publicaciones. Había un empleado, que no podía hablar, cuya única misión era evitar que uno leyera las revistas antes de pagarlas, y siempre señalaba un aviso que rezaba la prohibición de leerlas antes de comprarlas.

El término, ya en desuso, hacía referencia, a cualquier tipo de publicación de historietas en formato de revista,  algunas de bolsillo, que se vendían en cualquier tienda de barrio, en puntos de venta callejera, e incluso en librerías acreditadas. Investigando para esta nota, me encontré que en todo el Caribe se utiliza indistintamente el término paquito o paquin.

Al trasladarse mi familia a Bogotá, descubrí que el termino Paquito, no era conocido en el interior del país, y siempre tuve la inquietud de saber a qué hacía alusión. Solo ahora llego a descubrir que paquito y su sinónimo paquin nos vienen de México, siendo cada  una el nombre de una publicación de historietas, editadas desde mediados de los 30 hasta finales de los años 50.

Paquito y Paquin eran dos revistas que competían por el mercado de tiras cómicas del país Azteca, logrando tal auge que se hicieron conocer en todo el Caribe y las Antillas. Así, en Nicaragua, El Salvador y Puerto Rico son Paquines, mientras en Colombia y República Dominicana son Paquitos, dependiendo en cada caso, de cuál de las dos revistas rivales colonizo el mercado local.

Ese dato, me llevo nuevamente a divagar respecto del por qué en nuestra región adoptamos el nombre de una publicación especifica como designación genérica de un tipo de revista y sin mayor dificultad, saltó a la vista el hecho de haber sido Barranquilla, en la primera mitad del siglo XX, un puerto importante del Caribe, y no, como ahora, una ciudad de la periferia andina, lo cual ya será tema para otro escrito.

Volviendo a lo del hábito de lectura, los famosos paquitos se convirtieron, para por lo menos dos generaciones, en el primer contacto con la lectura, una lectura ligera que permitía que, sin mayor esfuerzo, cualquier persona, simplemente sabiendo leer, accediera al universo de la fantasía.

Los había de todo tipo: desde los clásicos de DISNEY, hasta algunos que hoy serian impensables, ya que rebajaban  la guerra y sus horrores al nivel de tira cómica, aunque con mucha pulcritud; de estos últimos recuerdo TRINCHERA; los había de terror como DOCTOR MORTIS, o de aventuras como ARSENIO LUPIN o FANTOMAS.

Por nuestra condición de puerto, nos llegaban muchas publicaciones extranjeras y en ocasiones, en el centro de la ciudad, se podían conseguir paquitos mexicanos, en donde aparecía CAPULINA en versión tira cómica; además, también desde México, nos llegaban los héroes de MARVEL COMICS, los cuales eran desconocidos en nuestro país, pero que no tenían secretos para los caribeños que veíamos, en los barcos que surcaban el Caribe, un puente de comunicación con las Antillas y el gran golfo, en donde las revistas de origen norteamericano circulaban fluidamente.

Mención aparte merecen los paquitos de KALIMAN, TAMAKUN o ARANDU, héroes de la época de oro de la radio (otro tema para pensar), llevados al papel con una maestría impresionante, con unos diálogos de altura y con un contenido ético y moral que hoy se antoja increíble, inculcando principios a los jóvenes lectores, a partir de una simple tira cómica; finalmente recuerdo los clímax de lo absurdo, como VAMPIRELA, la historia de una mujer vampiro interplanetaria, ataviada casi siempre con sugestivos atuendos, que hoy estarían clasificados para mayores de edad.

A estas alturas, amigo lector, si usted es mayor de 40 años, debe estar recordando, con una sonrisa en los labios, aquellas tardes, después de clases, en que con avidez se sentaba a leer el ultimo paquito que llevaran a su casa, desconectándose por media hora del mundo real, que era lo más que podía tardar un niño en devorar un paquito, para viajar con KALIMAN al Tíbet, con TAMAKUN a la India o ayudar al TIO RICO Mc PATO a cuidar su fortuna.

Pero, antes de terminar, debo aclarar el por qué del título de esta columna: En ese entonces, década de los 70, mi padre era funcionario judicial y era jornada habitual de la administración de justicia la mañana del sábado. Siendo que los juzgados quedaban en el centro, muy cerca de los sitios mas populares de ventas de revistas, le era muy fácil salir de la oficina y, antes de ir a la casa a almorzar, pasar por esos depósitos de fantasías, así que, sabedor de dicha facilidad, a media mañana, sin colegio sabatino, lo llamaba a su oficina para decirle: “Papa, tráeme un paquito”


FABIAN VELEZ PEREZ
velezperez@operamail.com

AGOSTO 2014