ENTRE COLUMNAS
SE NOS VA LA VIDA
En
estos días, ha circulado la sentida carta del ministro de salud, Alejandro Gaviria,
que el tituló “Las Cosas Que Me Gustaría Hacer”, en donde en tono nostálgico,
nos expresa sus sentimientos internos y sobre todo aquello que, aparentemente,
se le está quedando en el tintero, teniendo en cuenta la penosa enfermedad
catastrófica que padece.
Pero
más allá de lo dolorosa de su situación, me queda una duda, una inquietud, una
curiosidad, que opaca un poco el sentido de la carta y todo lo que ella
contiene.
Me
refiero a que, si eso es lo que desea hacer, ¿Por qué no lo hizo en su momento?
Alejándonos
del ministro y su laberinto, me viene a la mente una frase de Isaac Asimov: "Si
cada año estuviéramos ciegos por un día, gozaríamos en los restantes
trescientos sesenta y cuatro."
Sí,
estamos ciegos, pero no propiamente porque nuestros ojos no funcionen, sino porque
no vemos el mundo a nuestro alrededor, a pesar de vivir en el.
Sí,
estamos ciegos, porque no nos damos cuenta que la vida es una sola, que no
podemos dar marcha atrás, y que cada día es una oportunidad perdida para hacer
algo.
Sí,
estamos ciegos, porque no valoramos lo que tenemos, y nos creemos merecedores
de todo, como si por derecho divino nos correspondiera tener esto o aquello
Sí,
estamos ciegos, porque no nos damos cuenta que el poder es efímero, que se
puede obtener o perder en cualquier momento, y que no nos hace mejor o peor
persona.
Sí,
estamos ciegos, porque no nos damos cuenta que el dinero no es de nadie, y a la
vez es de todos, que hoy tenemos pero no sabemos mañana.
Sí,
estamos ciegos, porque no valoramos a las personas por lo que son, sino por lo
que tienen, por el color de su piel o por su origen.
Sí,
estamos ciegos, porque no aprovechamos el tiempo que nos da la vida para ser
felices, sino que nos dedicamos a malgastar ese tiempo irremplazable en asuntos
irrelevantes, incluso dejando de dedicar tiempo a nuestros seres queridos, porque
el trabajo así lo impone.
Luego
de pensar esto, y viendo la carta del ministro, creo que solo ahora, en
momentos difíciles, fue que abrió los ojos para ver todo esto,
Y
que nos sirva de lección, que el poder, el dinero y la fama, son apenas
aditamentos de la vida, pero no son la vida. Que los cargos, títulos, honores y
posiciones, son algo pasajero, que no alcanzan para remplazar lo que en verdad
significa la existencia.
Muchas
personas, solo en trance de muerte, es cuando se percatan de eso, y es en ese
momento, cuando pretenden hacer lo que siempre quisieron a hacer, decir lo que
siempre quisieron decir y valorar, lo que siempre dieron por sentado.
Descubren,
con infinito dolor, que el respeto no se gana con muestras de altivez y
arrogancia, sino con seriedad y honestidad; otros descubren que se pasaron la vida
temiendo al qué dirán, temiendo a un jefe, temiendo a un tirano y, aun peor, temiéndole
a la verdad.
En
resumen, la vida hay que vivirla, porque el tiempo que pasamos en ella es
prestado, no trae fecha de caducidad, y si esa fecha llega, ojala no tengamos
que pensar que la vida se nos fue, y no la disfrutamos.
FABIAN
VELEZ PEREZ
velezperez@gmail.com
Septiembre de 2017